La organización: una estrategia colectiva

En plena dictadura, algunas madres comenzaron a pedir respuestas sobre el paradero de sus hijas e hijos desaparecidos en despachos gubernamentales, comisarías, cuarteles, iglesias y juzgados. Empezaron a reunirse para intercambiar información y realizar acciones en común.

Ante la falta de respuestas y la indiferencia del gobierno militar, las madres decidieron encontrarse en Plaza de Mayo el 30 de abril de 1977. Desde ese momento, las cartas que dirigían al entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla y otros funcionarios de la dictadura, eran firmadas como “las madres que todos los jueves a las 15.30 nos reunimos en la Plaza de Mayo”.

Las Madres desarrollaron diferentes estrategias, símbolos y rituales, tales como la utilización del pañuelo blanco y la realización de las rondas a la Pirámide de Mayo que trascendieron en el tiempo.

Fueron estas mujeres las que encabezaron la más contundente oposición a la dictadura. En un principio, eran vistas como amas de casa, sin injerencia ni capacidad de acción. Pero con el paso del tiempo este grupo creció y su búsqueda se hizo cada vez más visible en la vida pública.

Además del coraje que las identifica por no callar y luchar en plena dictadura, transformaron su búsqueda individual en un reclamo colectivo: no buscaban sólo a una hija o a un hijo, sino que reclamaban por las y los desaparecidos de todas las madres, convirtiéndose así en un nuevo sujeto político capaz de crear espacios de resistencia donde dominaba el terror.

El 22 de agosto de 1979 firmaron el acta fundacional de la Asociación Civil Madres de Plaza de Mayo. La formalización de la organización permitió dar un salto cualitativo en su reconocimiento nacional e internacional.

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